Cajeros sin servicios, esa vieja y repetida historia

Son cerca de las 8 de la mañana del 31 de marzo y mientras nos dirigimos a cubrir el izamiento de nuestra enseña patria con motivo de un nuevo aniversario de la localidad, nos encontramos con una larga cola, en su mayoría integrada por empleados públicos, que espera paciente por cobrar sus haberes a través del único cajero que en ese momento funciona, pues el otro amaneció sin entregar efectivo.
Gestos adustos, molestia e incomodidad forman parte del inicio de un fin de semana largo donde usar el servicio será una verdadera odisea además de la innecesaria congregación de gente en torno a un trámite que debería ser simple y corto y que sin embargo es el eslabón de una larga cadena de inconvenientes y fallas que suelen tener los dos cajeros automáticos que Supervielle tiene en su sucursal de Graciarena y 9 de Julio.
Al rato, a los esforzados ciudadanos que esperan pacientes se reúnen otros venidos de otros lares y que por no estar advertidos del feriado local deben sumarse a aquellos que vienen horas esperando por realizar su trámite. ¿Las consecuencias? Decenas y decenas de vecinos aglomerados en el lugar. Las imágenes son más que elocuentes.
Son las 20 horas del Jueves Santo y acudimos a los cajeros a verificar cómo sigue el servicio. ¿El resultado? Peor: esta vez ninguno de los dos entrega dinero. Algo así cómo una «figurita repetida», habitual para quienes necesitan de la prestación.
Una cosas es real: el aumento de las transacciones que día a día realizan clientes y usuarios se incrementa y cada vez más personas acuden a los cajeros para variados trámites. Sin embargo, y en tiempos de pandemia, cuando entre otras cosas hay que mantener el distanciamiento social y evitar la reunión de personas, el método de bancarización parece un sistema que por sus deficiencias atenta con la idea de simplificar la atención y los cuidados sanitarios.
Esto que parece una postura editorial dista mucho de serlo pues en su discurso del pasado 31 de marzo, el Intendente Ernesto Alí coincidió con nuestra apreciación cuando en el cierre de su alocusión expresó: «Para cerrar quiero realizar una serie de agradecimientos, pero un reclamo en particular y que apunta a la institución Banco Supervielle, sin incluir a su personal que por demás ha cumplido tareas titánicas sin ser reconocidos siquiera por ellos y mucho menos por nosotros. Necesitamos instituciones bancarias que atiendan las necesidades de 25.000 ciudadanos que transitan periódicamente por la localidad para esos fines. Muchos de ellos pensionados, jubilados, empleados y usuarios comunes que no tienen otra alternativa para satisfacer sus necesidades operativas».
Lo ocurrido desde el 31 de marzo no es una cuestión circunstancial ni temporal. Las largas colas, la falta de repuestas y la infraestructura limitada ya son parte de un servicio que para muchos más que una opción es una imposición, razón por la cual debería tener un estándar de eficacia garantizado, permanente, real y concreto.
Las apuntadas en esta editorial son cuestiones que necesariamente deben ser atendidas y mejoradas. La Toma y región suman decenas de miles de usuarios que asistir y que desde hace mucho tiempo no gozan de una atención seria y comprometida a tal punto que ir al cajero es una una odisea diaria mas relacionada con los malos ratos que con las experiencias satisfactorias.
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